30 mayo, 2020

Don Coco


Era casi otra vida. La del mundo y la mía. Era muy jovencito, casi un pibe y había formado una familia de la que pese a los vaivenes del destino y divorcio mediante,  me quedan dos hermosos hijos.  Algunos fines de semana íbamos al campo de mi suegro en Cañuelas. Uno de esos fines de semana, fui a pesar de tener que terminar un trabajo de programación para una empresa, para lo cual llevé la computadora portátil. En el campo había dos lotes, en el contiguo del de mi suegro vivía su hermana Ángela y su marido Don Coco. Don Coco era un paisano buenazo, mejillas rosadas y mirada amable. Grandote, un poco encorvado, iba de un lado al otro alimentando sus animales. Ese día mientras preparaban el almuerzo, me puse a adelantar el trabajo que debía hacer. Saqué de un maletín hojas, gráficos, diagramas de flujo y anotaciones para poder trabajar. Como tenía una portátil me alejé unos metros de la casa y me senté debajo de un árbol. Desde ahí mientras tipeaba y rezongaba veía la actividad de la casa, los chicos corriendo, y empezaba a sentirse el olor a la comida. En eso me encontraba, metido en medio de procesos y bases de datos cuando por el rabillo del ojo veo acercarse a Don Coco. Confieso con vergüenza, que me sentí algo molesto, ya que me urgía terminar con el trabajo y no tenía tiempo ni ganas de conversar. Seguí con lo mío todo lo que pude y escuché: 
-Qué está haciendo?
Uff...cómo le explico? Cómo dar una respuesta rápida, concisa y que lo satisfaga y poder seguir trabajando? 
-Estoy programando un sistema para una empresa-, le dije
-Qué está haciendo?- No sonaba a repregunta sino la misma del principio, como si recién llegara.
Por lo visto no alcanzó mi respuesta pero no le iba a contar de procesos, funciones y procedimientos, rutinas de verificación de formularios, no iba a entender nada el pobre hombre...
-Mire Don Coco. Algunas empresas necesitan manejar datos y como no se pueden hacer en papel, entonces nos encargan a los programadores, bla bla bla... 
Traté de hacérsela fácil y a nivel jardín de infantes, ya ofuscado y a punto de cerrar la pantalla si no conseguía que se fuera.
-Entiende Don Coco?
-Usted no entiende -dijo con una voz de árbol añoso- le pregunto qué está haciendo. Está en el campo, tiene árboles, vacas, sol y a sus hijos corriendo en el pasto y se sienta con una máquina a seguir trabajando como si estuviera en la ciudad. 
Me lo dijo con una sonrisa, con unos ojos que habían visto mucho, y que sin embargo no entendían qué hacía un tipo con una computadora en el medio de las vacas, con todo lo que necesitaba para ser feliz, aunque sea un rato. Me lo dijo y se fué, tan despacio como había llegado, y me dejó debajo del árbol con una respuesta atragantada, con un libreto imposible de sostener. No me dijo lo que debía hacer ni hizo falta, sólo esa pregunta. Cerré todo, guardé los papeles y fuí a buscar a los chicos. No hubiera soportado que uno de ellos me preguntara qué estaba haciendo. Coco, no creo que lo hayas sabido,pero tu pregunta me acompañó por años, en distintas circunstancias de la vida. Gracias.

18 abril, 2020

Azulejo negro

En la casa de mi abuela paterna , una casa no antigua pero sí vieja, todo tenía algo de muerto. Quizá porque mi abuelo había fallecido joven y esa viudez temprana de la abuela definió su manera de ser y la forma de cómo iba a funcionar esa familia trunca. Los grandes ojos del abuelo lo veían todo desde dos fotografías pintadas a mano colgadas sobre la cama matrimonial, y en el comedor. En los rincones siempre había fotos de familiares fallecidos al lado de santos, con sus velas y flores, todo en una penumbra que desde mi niñez, asustaba. Íbamos los fines de semana a edificar la casa donde viven mis padres actualmente. Yo no entraba mucho, sólo para comer y usar el baño; no era un lugar que me inspirara demasiada confianza. Las paredes del baño estaban revestidas con unos azulejos celestes que parecían de hospital y en lo alto tenía un ventiluz  que daba al patio. El piso era negro con vetas blancas, no era mármol pero lo parecía. Y aquí algo que supongo que a todos le pasa: En el momento tan personal de usar el baño, a veces nos quedamos colgados con algo, pensando o mirando algo. Esas vetas sobre el piso de baldosas negras fueron el alimento de mi imaginación muchas veces, con formas que se revelaban ante mí según la hora, la luz, el cansancio y hasta cuánto entrecerrara los ojos. Había algunas siempre reconocibles: la cara de Gardel con su jopo engominado, la mariposa con las alas abiertas, un reloj de arena y alguna más. Todas las demás se dejaban ver una vez, y después por más que las volviera a buscar no volvían a aparecer. Una tarde me siento en el inodoro en una posición repetida: me sostengo la cabeza con las manos, como para que no se caiga.  Así podría haber estado horas. Fijo la vista en el suelo y veo una figura semejante a una casa vista de arriba, bordeada de árboles, a orillas de un lago. Era impresionante el detalle; un techo rectangular, dividido por una línea como a dos aguas, un camino directo al lago pasando por el costado de los árboles, frondosos pero proporcionales a la casa. Un círculo perfecto a mitad de camino me dá la idea de un aljibe, con un centro negro como un pozo sin fin. Casi llegando a la orilla había otra casa. Quizá era una aldea, pero no veo mas que esas dos construcciones. Intento enfocar para ver mas detalles, no sé cuánto tiempo lo hago pero resulta, veo un camino mas chico desde una casa a la otra. Es un galpón, un granero o algo así, lo imagino rodeado de animales, con herramientas en su interior. Sentado pero agachado, casi con la cabeza en el suelo intento adivinar más detalles. El tiempo se hace interminable, no sé si fueron minutos o segundos porque todo lo que podía percibir estaba en esa casa, en el camino largo al lago y ese galpón que cada vez adquiría mas importancia en la escena. Siento la cabeza caliente, como hormigas caminando por las mejillas pero no puedo levantarme. Pum..pum!! Los golpes en el granero. Quizá sea un taller, un carpintero haciendo muebles para la casa del lago. Quizá esté herrando un caballo, o una fragua moldeando un cuchillo, quién sabe. Pum...pum...pum!! Los golpes son sobre madera. ¿Y si es un cajón lo que están clavando? ¿Y si hay alguien adentro del cajón? No creo que el dueño de esa casa (porque ahora estoy seguro de que es un hombre y vive solo) sea muy hospitalario; yo tampoco querría vecinos ni visitantes...pero matar a un forastero creo que ya es demasiado. Pum...pum..pum!!.., cada vez más rápido y más nervioso se escucha el ruido. Estoy seguro de que mi presencia de intruso termina de decidir algo, que apresura un desenlace, que interviene en una secuencia de hechos que en quien sabe en qué lugar y tiempo. Ahora un chirrido agudo y una luz potente barre el galpón, la casa, el lago, como si el sol hubiera aumentado mil veces su luz. 
Toc...toc!!! Del miedo me desenfoco, me salgo de la escena y a mi izquierda veo algo parecido a una mano que sale de la luz y tantea la pared.
- ¿Dari, qué hacés? te estoy llamando!! ¿Te quedaste dormido? Dari... Dari!!!