Soy un tipo simple, como cualquiera de mis compañeros, sin más crédito que el de estar siempre ahí en primera línea. A pesar de ser los que tenemos generalmente la iniciativa nos sentimos como ciudadanos de segunda. No exagero si digo que si un caballo nos pasara por arriba a nadie se le movería un pelo. En este pequeño mundo los únicos importantes son ellos, los jefes, los de sangre real. El rey nos mira siempre desde lejos y su mujer ni les cuento, y eso que somos nosotros quienes los defendemos.
Pero eso ahora no importa, les voy a contar un secreto: Yo sé que les puede parecer raro y hasta bizarro, pero nuestra mayor ambición es ser como ella. Sí…, así como lo oyen, todos nosotros soñamos con tener la suerte de convertirnos en una dama. Como un gusano que se convierte en mariposa, así podríamos dejar de movernos pasito a pasito para recorrer el reino tan rápido como el viento. Espero que lo puedan entender; si no fuera por ese sueño, ¿A qué otra cosa podría aspirar un peón de ajedrez?