Se despertó sobresaltado por el ruido. Desconoció el lugar por un momento hasta que se dio cuenta que era el hotel de la calle Francia. Miró por la ventana y desde ahí arriba los vio clarito: eran dos que con total descaro cargaban las bolsas en el camión. Ya le habían dicho que en Buenos Aires las cosas eran difíciles, que nada que ver con el campo de donde vino; pero tampoco imaginaba que en la primera noche se iba a enterar así. No lo dudó y buscó el número de la policía que su hermana le había anotado amorosamente junto con todas las recomendaciones posibles en una libretita marrón. Allá en “las casas” los perros hubieran ladrado hasta que el comisario mismo se despertara, pero estaba en la ciudad, y acá los perros ni ladran. La Julia se había venido hace rato bien casada con el hijo del patrón y ya era como porteña. Y ahora le iba a conseguir trabajo, allá desde que sacaron el tren nadie tiene nada que hacer. Volvió a mirar por la ventana tratando de memorizar señas particulares de los delincuentes. Como los detectives que tantas veces había visto en el televisor del bar de Don Martín, así anotó cuidadosamente cada fisonomía, los colores del camión, cada detalle que suponía importante. Ahora sí iban a estar orgullosos de él, seguramente la noticia saldría en todos los diarios y todo el bar se reuniría para leerla en voz alta. Nunca pudo entender como los diarios se enteran de todo tan rápido. Por un momento pensó en la cara de la Felisa el día que volviera, llegar a la estación, el abrazo interminable y hasta quizá se viniera con él. El policía que lo atendió después de escucharlo le preguntó su nombre y le pidió que esperase, que le iba a pasar con el comisario. ¡Quién lo viera al Anselmo hablando directamente con el comisario de Buenos Aires! Le dio toda la información, además la dirección del hotel y hasta el número de Julia, no sea cosa que quisieran felicitarlo y no lo encuentren. Y la noticia no se hizo esperar; salió a los dos días en el diario barrial que el Anselmo pedía en el mercadito. Pero no salió en la tapa sino en la hoja de curiosidades: “Increíble: vecino denuncia a temibles ladrones vestidos de verde. Resultaron ser los recolectores de residuos”.
Diga que este diario no llega a “las casas”...
27 abril, 2006
Un héroe en la ciudad
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